lunes, 24 de mayo de 2010

Una actuación para el recuerdo


No todas las actuaciones son iguales. Hay días que el tiempo en el escenario se te hace corto y otros en los que la actuación parece amarrarse a uno de esos reloges de Dalí que se deforman hasta el infinito... y no hay forma de que acabe. Esta entrada del blog está dedicada a una de esas veces donde encuentras un "hogar" entre los focos. El avión aterriza y ahí está uno de los dueños que te acompaña al hotel, en primera linea de playa de Arrecife, con palmeras, sol y arena como estampa a degustar desde la terraza de tu habitación. Horas antes de partir hacia el local veo gente lanzándose fresbees, en bañador, en la playa... ¿estamos en Mayo?... Sí, pero estamos en Lanzarote, y aunque la noche ya cubra las casas de Arrecife, el calor pasea por sus aceras transformando en Verano los vestigios de una Primavera aún por descubrir. Cuando llego al local me encuentro que todas las mesas ya están reservadas, y 20 minutos antes de empezar la gente ya se agolpa en torno al escenario. Humo de cigarrillo y el sonido del hielo contra el cristal... el ecosistema del cómico en plena ebullición. La sintonía de Benny Hill, tan socorrida, hace que se empape de miradas mi espera en la barra: "Es tu turno, chaval". A partír de ahí... un sueño indescriptible. Los que sois cómicos lo habréis adivinado... hablo del Sambuca, templo del humor en tierras de fuego volcánico. Para el resto, un pequeño aviso, si paseais por las playas de Lanzarote y sentís que un poco de humor podría poner una guinda de felicidad a vuestras vacaciones... el Sambuca está esperando.

Un abrazo a los dueños y a esa gente de Lanzarote que ha hecho de mi estancia un recuerdo inextinguible.

Y para no perder las costumbres de este (hasta hace poco) olvidado blog, un vídeo de comedia. En este caso, y dado el reciente acontecimiento del final de Lost / Perdidos (como diría Diego Arjona), os dejo esta parodia hecha por Mad TV (programa de televisón de sketches humorísticos estadounidense, ganador del Emmy al mejor programa de Humor y con 13 temporadas "on air").

miércoles, 19 de mayo de 2010

¿Que más puedo pedir?


La vida de un cómico es una montaña rusa. Unas veces crees ser increíblemente afortunado, y a la vuelta de la esquina te espera la decepción y la tristeza. La soledad es tu compañera de viaje, tu familia y tus amigos son más recuerdos que táctil realidad, y el público abraza con aplausos pero también hiere con silencios o indiferencia. En la habitación del hotel no tienes con quién celebrar tu gran triunfo, tampoco quién te consuele tras un fracaso. A veces, cuando apoyas tu cabeza en la almohada, intentas buscar un sentido a todo esto. ¿Cuándo empezó? En mi caso, además, se suma el miedo a la oscuridad, un inmenso halo oscuro que me aterra desde niño. "No hay nada ahí fuera" solía decirme mi madre, cuando no podía dormir. Quizá ese sea el germen del miedo, que no hay nada. Largos viajes cruzando un país de extraños, con amistades que duran minutos, parar a repostar o coger un tren a ninguna parte. Y al final del camino un escenario, una palestra para ser juzgado, un lugar que puede brindarte un éxito efímero o arrebatártelo todo sin remordimiento alguno. Ahí arriba sólo vale hacer reír. Ser tú mismo es difícil cuando llevas una semana fuera de casa o, más bien, fuera de todo, con la única compañía de una maleta. Apenas sabes quién eres tú cuando fijas tus ojos en el foco. Por un momento la luz te ciega y empiezas a hablar. Al principio el texto fluye solo, parece que se escapara por alguna ley física al separar tus labios, como si no formara parte de ti. De los altavoces del local te llega aquello que una vez escribió una persona que ahora te parece lejana y extraña. Lo acompañas con gestos calculados, como actuando para tu propio reflejo, y sin embargo funciona... la gente comienza a reír. Pronto llega un aplauso y, cuando te das cuenta, ya no estás ausente, ahora tomas las riendas y juegas con las palabras, con el tempo y con tus movimientos. "¡Sí, soy yo, estoy aquí!". Al bajar, la felicidad te inunda, pero no te acostumbres a su compañía, nadie te puede asegurar que esté esperando en el próximo escenario, y desde luego tampoco te acompañará al hotel. Tengo un hijo, una mujer, una familia. Tampoco estarán allí. Solo un baño, una cama y una tele cuya tenue luz aleja el halo oscuro de mis pensamientos. "Vale la pena", me digo en voz alta, "la gente se ha reído, lo han pasado bien... ¿qué más puedo pedir?". Interesante pregunta. ¿Qué más puedo pedir?