martes, 7 de mayo de 2013

Un Relámpago



Recuerdo un relámpago. Intenso, valiente, cegador... pero fugaz. Y así, tras el estruendo, te hemos perdido. Recuerdo el paraguas, recuerdo la lluvia y las personas amontonándose, todas ellas juntas por un día para despedirse de ti. Recuerdo pisar el barro y mirar al cielo. Recuerdo las preguntas que me hice, y las que me sigo haciendo. Recuerdo a tu nieta, pegada a mi, clavando sus dedos en mi brazo. Recuerdo la lluvia caer. Recuerdo pensar que jamás se detendría. Recuerdo hablar contigo, y ver la luz tras las hojas clavarse en tus ojos. Recuerdo tus preguntas y recuerdo tus repuestas. Recuerdo entrar en el hórreo y verme rodeado de libros, recuerdo sentirte a mi alrededor. Libros llenos de sabiduría y de interrogaciones, llenos de ti. También recuerdo a tu hija, la veo abrazando a su deseado nieto con los ojos empapados en lágrimas, mitad alegría... mitad dolor. Los amaneceres rompen las noches. Hay recuerdos que a la vez desearías borrar... y a la vez temerías perder. Acaso no es la vida un puzzle de recuerdos? Y ahora toca mirar hacia delante, o eso dicen... o eso parecen decir. A veces me permito olvidar que has existido, y entro en mi casa despistado, como siempre... perdido en el absurdo divagar del ocioso. Entonces levanto los ojos y le veo frente a mi. Y en sus ojos... intensos, valientes y cegadores... veo ese relámpago fugaz. Hasta el más necio sabe que nunca te has ido. Por un instante el barro deja de manchar, la lluvia deja de caer, y sólo queda su inocente jugueteo. Son esos días, cuando esto ocurre, días como hoy... en los que me doy cuenta de que hay relámpagos que ciegan... y relámpagos que sueñan. Descansa en paz relámpago...