viernes, 11 de febrero de 2011

Los Juegos Olímpicos del Humor


Primero un poquito de historia: Los antiguos Juegos Olímpicos (siglos VIII a IV antes de Cristo) nacieron como una competición religioso-deportiva de espíritu amateur. En Olimpia se reunían los ciudadanos adinerados para divertirse y honrar al Dios Zeus con sus habilidades deportivas, que iban desde lanzar un disco hasta la lucha o la carrera de carros. Todos los participantes acudían a casi todas las pruebas y el público disfrutaba viendo como un año ganaba un menda y al siguiente ganaba otro. ¿Por qué desaparecieron en el siglo IV antes de Cristo? La respuesta es: profesionalización. En los comienzos, ganar una prueba significaba únicamente recibir una corona de olivo (de laurel si ganabas los de Delfos y de pino si habías triunfado en Corinto), en otras palabras: reconocimiento. Sin embargo, pasados los siglos, a algún tipo se le ocurrió una brillante idea: pagar a los vencedores. La idea era abandonar el elitismo de la competición y acoger en la misma a las clases sociales bajas, que acudirían en tropel a competir para ganarse el pan, y que antes no podían permitirse el lujo de pasarse una semana en Nemea sudando sangre para volver a casa con una corona de apio. De repente los gimnasios abrían sus puertas a la plebe. Había nacido la profesionalización del deporte, y con ello... el principio del fin. Los participantes ya no disputaban varias pruebas, cada uno se especializaba en una modalidad concreta, y así nacieron los marulotes especialistas en la lucha y los escuálidos que corrían largas distancias. De repente los ganadores ya no se alternaban tanto como antes y, aún encima, empezó a erguirse sobre el mundo del deporte todo aquello que trae el mundo del dinero: competiciones amañadas, entrenadores pidiendo sueldos abusivos, sobornos... Entre la monotonía de los resultados (empezaron a aparecer los antiguos Bolts y Phelps) y la turbidez que dejaba el dinero en el ambiente ocurrió lo inevitable: el público se aburría y el espíritu inicial se perdía. Los juegos olímpicos, en consecuencia, desaparecían...

¿Y qué tiene que ver todo esto con la comedia? Tiene que ver que, como en el caso del deporte, existe en la comedia la imposibilidad de una relación estable entre el dinero y la diversión. Cuando el dinero sube a bordo... la última parada se llama "Muy Aburrido". Todos los cómicos nos subimos al escenario por primera vez como amateurs, defendiendo un texto con uñas y dientes con el único objetivo de hacer reír... ese es el espíritu "olímpico" de los comienzos. Buscamos reconocimiento, una corona de pino o laurel que puedas algún día enseñarle a tus hijos. El problema es que de repente un día dejas tu curro para dedicarte profesionalmente a la comedia. Ahora ya no se trata solamente de hacer reir: necesitas ganar dinero. El espíritu "olímpico" se ha perdido. De repente te ves a ti mismo en un escenario haciendo chistes de pollas y de la guardia civil, el camino más fácil para recibir la corona de billetes que te espera al otro lado de la barra. El dueño está contento: "menos mal, el anterior cómico nos soltó un rollo.... lo tuyo de la guardia civil y la parte en la que te deja tu novia nos ha encantao". Coges el dinero y al hotel. Muy "profesional", muy poco "olímpico"..... MUY ABURRIDO.

¿Y cual es la solución? Supongo que un cómico al que le toque la lotería lo tiene hecho. Pero para los demás... todo se trata de esperar a que llegue ese momento en el que empiezas a prostituir tus ideas para sacar más beneficio económico de tu acto... ese es el momento en el que has de pensar: "¿de verdad estoy aquí por dinero?" Si la respuesta es sí... perfecto, adelante, sigue con tu bloque de relaciones sexuales, porros y controles de alcoholemia. Si la respuesta es no... es que quizás nunca debiste de haber abandonado "Los Juegos Olímpicos del Humor", pero quizás ya sea tarde... quizás ya tienes las garras del dinero en los huevos... entonces ya sabes: ¡sexo, drogas y autoridad policial! ¡Sé un profesional!

No quiero que se me malinterprete. No estoy diciendo que tópicos como los mencionados (la guardia civil o las pollas, hablando en plata) sean incompatibles con humor de calidad. Se puede ser original en el modo de abarcar un tema, y en muchas ocasiones el mérito es doble cuando se consigue sacar una rutina excelente de un tópico muy trillado. Simplemente trataba de alertar sobre la tentación de caer en lo fácil\efectivo cuando el dinero anda de por medio. Un buen ejemplo de extraer de un tópico muy usado un bloque original es esta rutina que Jim Jeffries grabó en Comedy Central sobre la religión, un tema muy manido en U.S.A:

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