viernes, 20 de junio de 2008

Danny Boy el deportista de élite


Me encanta el deporte, en serio. A pesar de parecer una pulga anoréxica os puedo asegurar que a lo largo de mi vida muchos fueron mis intentos de acabar siendo un figurín. Mi padre se hartó de inscribirme en múltiples deportes diferentes, a un ritmo de más de uno al año hasta llegar al instituto: futbol (“no es malo, es que al chaval le falta fuerza”), futbito (“entiéndalo, son muy pocos en la cancha y hay mucha competencia, yo tengo que elegir los mejores, que nos jugamos el torneo de futbito de infantiles del barrio de Canido de Ferrol … quizás en un deporte individual jugaría más su hijo”), taekwondo (“es mejor que se lo lleve a casa… es que se ceban con él… yo ya no puedo protegerle más…”), baloncesto (“su hijo no acaba de funcionar… ¿no preferiría llevarlo a futbito o a taekwondo?”). Cuando estaba en el instituto (ya viviendo en La Coruña) mi madre quemó todas las naves. Se presentó en las oficinas de un club de futbol local de cierto prestigio y les aseguró que yo era un excelente lateral derecho (especificando!!... con dos cojones) procedente del mejor club de futbol local de Ferrol (no se cortó un pelo). Allí aparecí yo, con mi físico de biafreño, dos botas a estrenar, pantalón corto luciendo canillas de aguja y camiseta de propaganda. Primer entrenamiento, empieza a funcionar el llamado “efecto Pigmalión”, es decir, las expectativas creadas en torno a algo o a alguien causan más efecto que el resultado observado. Esto explica por qué si a Rivaldo le rebota un balón en el culo y mete gol es “el genio que los mete hasta con el culo” y si le pasa lo mismo a Julio Salinas es “tan malo que solo los mete con el culo”. Yo me presenté como “una gran promesa del mejor equipo de Ferrol” y así se me recibió. Cada vez que yo no controlaba bien un balón el entrenador le gritaba al otro: “si no se la pasas bien, que coño quieres que haga!!!”. Si tropezaba y me caía sin motivo aparente (muy típico de mí cuando juego al futbol) el entrenador, lejos de llamarme cafre, me pedía perdón…: “es que no tenemos presupuesto para entrenar en un sitio mejor… disculpa por el estado del campo…”. Si le metía un zambombazo al balón desde la línea de corner y lo mandaba al patio de luces de un edificio adyacente el tío se ponía furioso: “¡¡¡¿es que nadie ha comprobado si ese balón está bien hinchao?!!!”. Todo menos admitir lo evidente: soy probablemente el peor jugador de futbol de Ferrol… y no digo nacional por no resultar prepotente. Viendo que de lateral derecho la cosa no funcionaba porque “igual es que no es tu posición ideal” el pobre hombre me dio oportunidades en todas las posiciones habidas y por haber (e incluso se inventó alguna por el camino… por si acaso). Nada. El “efecto Pigmalión” tiene fecha de caducidad. Me expulsaron del equipo un día de entrenamiento en el que, ante el asombro del resto de jugadores, el entrenador comprobó in situ que no era capaz ni de devolver un balón al pie…. y mucho menos tirar a puerta con cierta decencia. Luego en la universidad intenté ponerme cachas en un gimnasio para aumentar mis probabilidades de mojar los fines de semana (como todos). Por mucho atún y pavo que comía y muchas horas que metía en el gimnasio la única respuesta de mi cuerpo era adelgazar más. Luego probé la natación… adelgazaba aún más. Hace tiempo que he tirado la toalla… Sin embargo la semana pasada me presenté en un polideportivo de Arganzuela a jugar una pachanga de baloncesto con unos compis del mundo cómico. Allí, por lo menos, estaban todos en preaviso y nadie esperaba ni una canasta de este servidor, y mucho menos una asistencia mágica o un ally-hoop (esto es una imposibilidad física para mí). Conclusión: fue muy divertido, lo pasamos de puta madre y, como a posteriori nos fuimos a beber cerveza a un bareto (que deportistas…), pues puedo decir que NO ADELGACÉ NADA!!!

Aquí os dejo una foto de unos deportistas de élite en plena acción (de izquierda a derecha): Danny Boy (yo), Carlitos (cómico-músico de estatura privilegiada), Javi y David (ambos del dúo cómico Cuentake)… sólo falta Gasol.



No me importa ser tan delgado (aunque no deje de hablar de ello). Al fin y al cabo.. todos acabaremos, tarde o temprano, muuuuuuy delgaditos, yo simplemente soy de los que no dejan las cosas para última hora. ¿Y después qué? En mi caso probablemente el infierno, ese lugar temible que siempre representan como una bacanal de peña en pelotas alrededor de una hoguera gigante (vamos, como la noche de San Juan… pero en “mola”). Si algún día conozco al diablo… espero que se parezca a Rowan Atkinson. Echarle un vistazo…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Foto muy natural..sí, sí... ;-)

Pues yo también soy una deportista frustrada, a mí sólo me querían en el equipo de baloncesto del colegio porque era alta, porque luego jugando era un caso perdido...

ANTÍA

Danny Boy-Rivera dijo...

No importa, siempre hay tiempo para convertirte en un deportista de élite. Mira el golf!!!! Con mi edad en ese deporte aún soy una joven promesa... y no creo que se necesite un gran físico para ser un buén escobillero de curling.

Nunca pierdas la esperanza...