miércoles, 13 de agosto de 2008
Fumar o no fumar (esa es la cuestión...)
Soy de esa clase de gilipollas que empieza a fumar con 20 años, y no en el instituto, como todo adolescente que se precie, para hacerse el hombre delante de las chicas. Yo empecé a fumar en un viaje que hice ya mayorcito a Atlanta, donde a todo esto no fumaba ni Dios (entre otras cosas porque era carísimo). Pues ahí empecé yo a joderme los pulmones. Si tiene razón mi madre, lo mío es llevar la contraria. Os podéis imaginar el descojone de mis amigos al regresar, cuando salgo del aeropuerto y enciendo el pitillito. La verdad es que era para darme collejas hasta hacerme sangrar. Y tras ocho años de experiencia aspirando monóxido de carbono en paquetes de 20 dosis diarias, uno se pregunta si es el momento de dejarlo. Puede parecer que la solución es bien sencilla: dejarlo, pero yo no lo veo tan claro. Realmente, y dado el deporte que practico (nulo, excepto cuando corro para no perder el metro, en el mejor de los casos 50 metros obstáculos reglamentarios, eso sí, con descansos intermedios para tomar aire, poco comunes en dicha disciplina olímpica, todo sea dicho) no creo que pueda disfrutar de las ventajas fisiológicas que nos venden para dejar de fumar. Lo que sí me tienta es la motivación económica. Echando cuentas me he gastado la friolera de 1022 euros el año pasado en tabaco, así que he estado un año entero respirando verdura quemada en vez de invertir pasta en asuntos más importantes como: renovar mi vestuario (sobre todo en lo que concierne a mi ropa interior, que sigue siendo en un 90% la misma que llevaba en el instituto, calzoncillos de margaritas incluidos), ponerme unos implantes de pelo en las entradas (muy majas las chicas que me dicen que me hacen “interesante”, pero para mi “interesante” es un documental sobre mandriles, y yo lo que quiero es estar guapo, no atraer interés científico) o comprar por fin esa discografía completa de Nino Bravo (y en vinilo, que así puedes escucharlos en casa con gafas de pasta negra para que no crean que los pillaste en una gasolinera). Pero no, todo ese dinero se lo ha llevado Philip Morris y sus colegas (que seguramente tengan calzoncillos fashion de Emporio Armani, melenas Pantenne y al jodido Nino Bravo cantando en directo para sus invitados… bueno, Nino o un holograma de Nino, quien sabe, el dinero todo lo puede). La cuestión es tomar una decisión pero no me aclaro. ¿Sabéis qué? Voy a fumarme un pitillito para meditarlo, y mientras tanto os dejo con las impresiones de Bill Hicks acerca de este espinoso asunto.
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