sábado, 24 de julio de 2010
Cosa de niños
Tengo miedo a viajar en avión. Ya me sé todo el rollo de las estadísticas, que es el medio de transporte más seguro del mundo... pero ¿qué le voy a hacer si no me inspira confianza ir a 800 km/h a 10 kilómetros de altura? Llamadme rarito. Cuando eres un crío, y debido a la idolatría a los progenitores, te parece que las cosas que hacen los mayores (en este caso el avión) están siempre bien hechas, pero luego te haces mayor tú... y si los encargados de construir y pilotar un avión son gente como yo... es como para ir preocupado. No es la primera vez que me entero de que llevo el freno de mano puesto tras 15 minutos de viaje en coche. Este tipo de cosillas, en pleno vuelo... tienen menos gracia. En este caso volvía de Palma de Mallorca (por motivo de una actuación en la sala Es Garito de Porto Cristo) en un avión cortesía de Spanair y compartiendo habitáculo con unos 200 críos de 12 años y un cura (parece la premisa de un chiste, lo sé). Al parecer se trataba de una especie de campamento masivo de esos que se organizan en Verano para que los padres puedan deshacerse de sus críos durante una semanita sin tener remordimientos de conciencia (todos necesitamos un respiro). El viaje prometía... nada más se apagó la lucecita de "mantengan el cinturón de seguridad abrochado" los críos empezaron a corretear dando gritos por todo el avión para delicia del resto de pasajeros. El cura (al parecer, responsable de la excursión) hizo como su amigo Pilatos y siguió leyendo el periódico ("que se coman el marrón las azafatas, que para eso les pagan", pensaría). En medio de esa vorágine de chillidos y codazos al pasaje, que es lo que podríamos llamar un infierno en las alturas, descubrí a un cómico en potencia... y de los buenos. Uno de los chavales, en vez de entonar cánticos sin sentido aparente (como procede en un chaval de su edad) se dedicó a erguirse sobre su asiento y empezar a hacer una serie de imitaciones de famosos (entre los que incluyó al presidente ZP, Fernando Alonso y, me parece, que a Toni Braxton... aunque puede que fuera Nancy Reagan... no quedó muy claro). Acto seguido deleitó al personal con una batería de unos 30 chistes que incluían material altamente erótico y/o escatológico que ni inmutó al cura. Gracias a este pequeño espontáneo los crios se fueron calmando y, poco a poco, retomando sus asientos haciendo un coro en torno al showman de turno (lo cual se tradujo en un "¡Gracias a Dios!" por parte de los pasajeros, entre los que me incluyo). El espectáculo no es que fuera de gran calidad (tenía 12 años, no le vamos a pedir peras a Ana Botella) pero por lo menos trajo paz al avión (que ya es mucho). Sin embargo el niño se percató ,a la vez que un servidor (o más o menos a la vez que yo, no nos pongamos tontos), que uno de los críos que conformaban el público no le hacía el mínimo caso, mientras mantenía la mirada perdida en las nubes que danzaban al otro lado de la ventanilla. El showman, viendo que el espectáculo ya decaía, decidió rematar la faena increpando al compi despistado (recurso no poco habitual entre algunos profesionales), haciendo mofa de su aparente autismo. Y fue entonces cuando apareció el cómico. El chaval de ojos distraídos, que tenía muy poco de autista, se levantó de su asiento y, tras un "Estoy hasta los cojones de tus gilipolleces" (que tampoco inmutó al cura, que ya debía de estar por las páginas de contactos) empezó con una retahíla de quejas en forma de premisas y remates cómicos acerca del bochornoso espectáculo que estaba haciendo el aprendiz de Arévalo. Las líneas que soltaba ese infante por la boca tenían un nivel técnico impropio de alguien que lleva sólo 12 años sorbiendo mocos, y desde luego bastante más alto que el de alguno que ya anda por ahí ganándose un sueldo. Yo no daba crédito. Los compañeros reían y aplaudían... el público entregado. Cuando el chaval acabó con sus quejas volvió su rostro de nuevo a la ventanilla y siguió con la mirada perdida en el infinito. El show había terminado, bueno.... los shows, porque al otro se le quedó un jeto digno de foto, pero como prohíben tener el móvil encendido en el avión por si despista el radar de abordo.... otra de las cosas que me hacen sentir seguro, me quedé con las ganas. Me quedé un rato observando al niño de la mirada perdida (observando... sólo eso, el cura no era yo)... aparentemente no tenía nada más que decir. Que pena, me supo a poco. Tentado estuve de levantarme, contarle que me dedico profesionalmente al humor, y decirle que lo que había hecho era una maravilla, y mucho más teniendo en cuenta que fue improvisado (aunque estaba claro que llevaba tiempo queriendo dejar las cosas claras), que tenía madera de cómico pero... ¿quién soy yo? Nadie. Desde luego nadie para asesorar a un niño de 12 años. Ese marrón se lo comerán sus padres (o su profe, si estos tienen la misma ética que el cura). Nadie sabe que será ese niño de mayor... quizá detrás de las nubes descubra que quiere ser médico, taxista o astronauta. Sea lo que sea... seguro que llevará alma de cómico. No todos están en los escenarios.
Y, después de esta insólita y verídica historia, os dejo un video de algo que demuestra que desde luego mis dotes, si no son para la comedia, menos lo son para los fogones. Fui invitado al programa "Ata a cociña!", de V Televisión (un canal gallego de TDT), a compartir mi ignorancia culinaria con el resto de mis compatriotas. Aquí os queda "esto":
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario