martes, 15 de abril de 2008

Cuando el texto ya es suficiente...


Buenos días!!!

Dicen que uno de los factores que diferencian un buen cómico de uno mediocre es el dominio del escenario. Normalmente con esto nos referimos a la soltura del artista a la hora de desenvolverse en lo que será su hogar durante el tiempo que dure el espectáculo. He visto a cómicos anclados al pie del micro como si de un imán se tratase o incluso escondidos detrás del mismo. La otra cara de la moneda es el cómico histérico que se desplaza sin cesar a lo largo del escenario, incluso bajándose del mismo y caminando entre los espectadores, en una peregrinación infinita que abusa de la atención del público convirtiéndola en muchos casos en una sensación de mareo o confusión, la gente deja de atender al texto porque les intriga más a donde se dirigirá a continuación (“¿vendrá hacia mi mesa?”). Dicen que la virtud esta en el equilibrio. Aunque hagamos “mono”logos no podemos obviar la presencia del público y actuar “de espaldas” al mismo. Combinando ambas actitudes podemos jugar con el estado de ánimo del público y, de alguna manera, relajarlos o excitarlos según la parte del monólogo que se exponga lo requiera. Son cosas que se aprenden con el tiempo y con la práctica. Sin embargo hay otras que son difíciles de aprender. Hablo del texto. Hay métodos y métodos para escribir guiones cómicos pero al final la chispa que enciende al público surge de una virtud innata o forjada en la niñez y/o adolescencia y difícil de adquirir con la práctica y el esfuerzo una vez ya somos adultos. Al menos así lo creo yo (que tampoco soy una eminencia en estos temas). Los monstruos de la redacción de guiones cómicos pocos recursos más que su propio texto necesitan para reventar un local. Es entonces cuando el texto brilla por si mismo y los adornos escénicos quedan en un segundo plano. Es algo al alcance de pocos. ¿Queréis un ejemplo?. Os presento a Woody Allen… no se le dan mal los guiones.

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