lunes, 26 de mayo de 2008

Un mago de altos vuelos


Es de todos sabido que en el escenario… nada es lo que parece. Entre el público y los cómicos a menudo se establece un juego en el que la distracción es el elemento fundamental para conseguir una carcajada. Así, los cómicos intentamos que sigáis una historia por un camino de forma que antes de llegar al final de la misma, vosotros, consciente o inconscientemente, habéis construido un posible final lógico en vuestra mente, y esto lo hacemos para al final del gag sorprenderos y girar a un tono absurdo o inesperado de forma que al surgir un conflicto entre lo esperado y lo observado provoquemos la risa en el público. Es la ciencia del humor, todo está ya estudiado. Es una de las muchas formas de provocar la risa. Pero si hay alguien experto en la distracción encima de los escenarios, ese es un mago. Y dentro de los magos me referiría en concreto a los ilusionistas, maestros en hacer que nuestras miradas se fijen en el lugar equivocado durante sus trucos. Para daros un ejemplo me he ido tiempo atrás a uno de los clásicos del ilusionismo: David Copperfield y su ya mítico espectáculo en el que parece “volar” por el escenario. Todos pensamos lo mismo cuando vimos a David elevarse por encima del escenario: “serán unas cuerdas transparentes, menuda mierda de truco”. Pero a todos (o casi todos) se nos quedaron los ojos como platos cuando vimos a David volar por dentro de unos aros que giraban o incluso encerrado en una caja de cristal. “Mierda, no hay cuerdas… se romperían o se enredarían…”. Menudo cabronazo. Siempre miramos donde no hay que mirar. Aquí tenéis a David volando…



… y aquí tenéis la explicación de como puede volar a través de los aros y dentro de la caja de cristal. Que tontos somos… y que listo es él.

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