miércoles, 16 de julio de 2008

Humor y tauromaquia


Cuando alguien te llama al móvil para decirte que tienes que actuar en una plaza de toros, evidentemente crees que se ha equivocado de número. Después de insistirte tres veces más… sigues creyendo que se equivocó de número. A los pocos minutos me llaman del periódico Getafe Capital. Me querían hacer una entrevista por lo de “mi actuación en la plaza de toros” (ahí ya empecé a sospechar que quizás era cierto). El Sábado por la noche salté al ruedo (no es una metáfora). En cuanto vi el escenario en medio de la plaza de toros me di cuenta de lo que me esperaba. Gotas de sudor cayendo por mi cara. “No pasa nada Dani, seguro que sales con las orejas y el rabo”. Imaginaros la escena, el escenario en el corazón de la plaza, unas cuantas mesas con sombrillas en el albero y la barra desde donde servían las copas al lado de una barrera. Un fulano de unos 60 años que parecía salido de un cómic de tauromaquia se me acerca y me dice: “¿estas listo, chaval?”. Estuve a punto de decirle que si podía pasar por la capilla a rezar un rosario. Era el técnico de luces y sonido (menuda la que me lió, pero vamos por partes…). Un rayo de esperanza surcó el horizonte cuando la gente empezó a aplaudir y reírse durante las pruebas de sonido del micro. Tras 5 minutos de meditación en la barra / barrera, me dispongo a salir pero antes me dedico a hacer una breve observación del público asistente: media de edad 60-65 años y varios niños correteando entre las mesas (un gran día para mis chistes de pollas y condones). Mientras subía las escaleras la gente empieza a aplaudir y en mi mente suena un sonido de corneta (titirtitiii)… ¡al toro!. En la mesa central una pandilla de gente joven disfruta del espectáculo mientras el resto de asistentes permanecen un tanto distantes (de nuevo, no es metáfora, yo los veía pequeñitos de lo lejos que estaban, en especial a dos chicas del fondo que sabía que eran chicas porque me llegaba el eco de sus voces a través de la plaza, no es broma). La plaza de toros es inmensa y a cada frase que digo le siguen tres repeticiones más por el eco (mejor, por si no pillan los chistes a la primera, pensé). A mitad de la primera parte empieza a hacer un viento de cojones que además está congelado (en Julio, en Madrid, tócate los huevos) que aparte de menear las sombrillas y el atrezzo de mi escenario hace levantarse los manteles de las mesas. La peña empieza a darse el piro muerta de frío, yo me agarro al pie de micro y rezo porque el escenario no se desmorone (primera cogida). En el descanso intento relajarme un rato en la barra pero el viento sigue soplando. Se acerca el técnico de luces y sonido. “Chaval, empieza pronto que la gente se nos pira”. Subo al escenario con mi camiseta ondeando por el gélido viento. De nuevo la pandilla central se enrolla y me dedica una ovación (a por el segundo toro). Si las condiciones meteorológicas y la disposición espacial de la gente no eran suficientes para desconcentrarme, estaba ahí el técnico de luces y sonido para darme la última sorpresita. El tío se hace un lío con la máquina de luces y me dedica un repertorio de ráfagas de luces y colores durante la actuación, que hacen que parezca una gogó. Le dedico una mirada de asesino en potencia y sigo… pero no era suficiente, el fulano, no contento con lo anterior, pulsa sin querer el botón de los flashes (esos que ponen en las discotecas que hacen que parezca que todo va a cámara lenta), lo que hace que mi gag de las máquinas expendedoras de alimentos parezca una especie de Matrix a la española (segunda cogida). Poco después el espectáculo había terminado, aplausos y vuelta a la barrera. Los camareros me felicitan y los de la mesa central dicen habérselo pasado de puta madre. Joder, salí vivo de esta, como esperaba, con las orejas (congeladas) y el rabo (entre las piernas)…

Hoy os dejo con un cómico argentino: Diego Wainstein. Espero que os guste.

4 comentarios:

Salomón dijo...

jajaja!

Tío, al final nos vamos a especializar en comedia de páramos. Y llámame masoquista, pero hay momentos en la vida que son impagables. Porque actuar en un club de comedia tiene su encanto, y se disfruta en el momento. Pero la comedia de páramos se sufre en el momento, pero se disfruta más adelante y durante más tiempo.

Yo, por ejemplo, durante la boda pensé en golpear mis zapatillas púrpuras tres veces para volver a casa. Pero ahora cada vez que lo recuerdo me descojono.

Fíjate que yo creo que aun no hemos llegado a donde íbamos... y si no al tiempo.

¡Enhorabuena, maestro!

Danny Boy-Rivera dijo...

Yo opino igual. Estas sufriendo en el escenario pero sabes que estas formando parte de la típica historia que contarán tus tataranietos a sus tataranietos (en esa época la gente vivirá más... supongo). Yo cada vez que me pongo a recordar siempre me vienen a la cabeza cosas del circuito páramo, muy especialmente la "fiesta glamurosa" que tan bien describiste en tu blog jejeje eso no se me olvidará jamás... puede que sí el nombre de mis hijos con el Alzheimer, o ir al baño a cagar o lo que sea... pero la "fiesta glamurosa" no.

Anónimo dijo...

Dani, que grande eres!!!

Danny Boy-Rivera dijo...

1,73 (como poco) / 1,75 (como mucho) de estatura...
complexión física de biafreño...

Discrepo... pero gracias!!!